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Tomaso Hernández hace sonar las campanas en la Naturaleza de Ávila y despierta la conciencia

El artista palmero Tomaso Hernández presenta en Ávila: “Recuerda, Morirás” una gran instalación site-specific para el Centro de Arte y Naturaleza de Hoyocasero. Ubicado en el emblemático Cerro Gallinero, este espacio natural se ha convertido en un lugar de referencia para la creación artística Contemporanea en dialogo directo con el paisaje.

El Centro de Arte y Naturaleza del Cerro ha acogido a lo largo de los años intervenciones de artistas clave del Land Art nacionales e internacionales, como el alemán Nils Udo (Lauf, Alt Baviera, 1937) pionero en la exploración de lo efímero y lo no permanente o, John K. Grande que es escritor, curador y crítico de arte, especializado en la relación entre arte y Naturaleza.

 

En este contexto se inscribe “Recuerda, Morirás”, la nueva instalación escultórica de Tomaso Hernández, artista multidisciplinar, dibujante, pintor, escultor, proyectista, con una trayectoria centrada en la integración paisajística, ecológica. Bajo la idea-fuerza de “Lo Espectacular de la Sencillez” —concepto creado por el propio artista para guiar todas sus obras en la Naturaleza—, la pieza propone la creación de un “ecosistema mixto”: un espacio abierto a la percepción, la emoción y la experiencia sensorial.

 

“El título —Recuerda, Morirás— no es una amenaza, sino una llamada de atención sobre el cuidado de la Naturaleza mientras estás vivo.” Explica el artista.

La obra —creada ex profeso para el Centro de Arte y Naturaleza de Hoyocasero, tras varias visitas profundas al lugar— se instalará en la parte más alta, del cerro, y se articula como un gran círculo de piedra granítica de 25 metros de diámetro, adaptado con sensibilidad al relieve natural del terreno, en lo alto, en la cima del Cerro. A modo de campanario abierto al cielo.

La pieza se estructura en torno a la creación de un “ecosistema mixto” —conceptualmente simbiótico— donde confluyen elementos físicos, sonoros, atmosféricos, metafísicos y espirituales. La instalación, se compone de 13  troncos de pino de 8 y 9  metros de largo. Doce de ellos, dispuestos radialmente, forman un gran círculo de 25 metros de diámetro. Se genera un espacio delimitado pero sutilmente integrado en el paisaje: un círculo de piedra natural, (inspirado en los antiguos tagorores canarios). Inclinados hacia el exterior, completan una rueda simbólica de 13 cuerpos en su conjunto. Todos ellos se apoyan sobre piedras de granito ya presentes en el lugar, en un gesto que no impone, sino que convive. En los extremos de los troncos, campanas de viento y cencerros metálicos —rescatados, buscados, vivos— se activan con el soplo del aire, generando una atmósfera sonora que oscila entre el tañido ritual y el canto espontáneo de la naturaleza. Se orientan hacia los vientos predominantes, permitiendo que según la dirección del viento suenen unas campanas u otras, generando un diálogo dinámico con el aire. Siendo el decimotercer tronco el que se alza verticalmente en el centro, como eje axial, como un gnomon o estela solar.

En lo alto de cada tronco, un conjunto de: una campana de viento, un cencerro o una esquila como una campana de viento —recogidos de distintos contextos rurales, industriales o rituales— esperan al viento para sonar.

 

Este conjunto no es clausura, sino apertura: la pieza remite a los calendarios cósmicos, a los relojes solares, a los antiguos círculos de piedra. El tiempo no se mide aquí en minutos, sino en luz, sombra y transformación. Las campanas no llaman a misa, ni a entierro, llaman a conciencia. A detenerse. A mirar lo esencial. Recuerda, Morirás no es una obra para mirar, sino para habitar. Para dejarse atravesar por su geometría circular callada, por su sombra móvil, por su sonido suspendido en el ambiente. Una instalación donde la Naturaleza es cómplice, el tiempo es materia, y el arte, una forma de invocación.

En palabras del propio artista:   “No quise hacer una pieza sobre la muerte, sino todo lo contrario: sobre la vida misma, que se vuelve más intensa y lúcida cuando recordamos que es finita. Entonces, Recuerda, Morirás no advierte: despierta. No anuncia un final, sino una tarea. Es urgente vivir con conciencia: cuidar la Naturaleza mientras estamos vivos es la única forma digna de permanecer. Vivir, para y con la Naturaleza, de cuerpo presente y con el corazón abierto. Que la Naturaleza nos acompañe en el gesto.”

Tomaso recupera el tañido de  las campanas, los cencerros y las esquilas que según los vientos predominantes de la zona,  suenan con la brisa —esta vez es el viento quien las hace sonar— y su carga simbólica ancestral: Son llamada, advertencia, recogimiento. Cuando el arte suena como campana en medio de la Naturaleza y despierta la conciencia, algo esencial ocurre.

Las campanas suenan al vaivén del aire, y todo el conjunto se rige por el ritmo solar:  proyecta su sombra sobre la tierra, sobre las piedras cercanas, como un reloj natural, marcando el paso del tiempo con luz y silencio… el paso de nuestro tiempo.

 

La campana es el elemento de unión de toda la pieza. Vibra, resuena y convoca. Es símbolo, sonido, espíritu y llamada. Su repique —movido por el viento— convoca a la introspección.

La obra se alinea con los puntos cardinales, recogiendo la influencia de los equinoccios, el perigeo/apogeo, y los movimientos solares y lunares.

 

La instalación “Recuerda, Morirás” es una propuesta de LandArt que surge desde la contemplación profunda del paisaje, del tiempo natural y de la espiritualidad inherente a la Naturaleza. Se plantea como una experiencia inmersiva situada en la cima del Cerro, un entorno que permite desplegar una obra total, donde el cuerpo, el entorno y el espíritu se entrelazan en un solo flujo vital.

 

La cima del cerro es concebida como punto energético de conexión con otras dimensiones, un espacio de conjunción de lo inmanente y lo evanescente.

“Recuerda, Morirás” abre, es la primera pieza de la nueva serie: “Metamorfosis Silente” como un primer gesto ascético y esencial. Aquí la materia calla para volverse signo, y el signo se convierte en advertencia poética: cuidar la Naturaleza es cuidar también nuestra propia permanencia. En el silencio del Cerro, las campanas se convierten en voces que reverberan que no amenazan, sino que despiertan. Son custodios sonoros de un lugar donde la muerte recuerda la vida, donde la conciencia se abre al cuidado, y donde el viento, al tocar la madera, llama. En su sencillez radical, la pieza “Recuerda, Morirás” une madera, piedra, viento y horizonte. No necesita ornamento: el aire y el tiempo completan la obra, desgastándola, transformándola, como la vida misma.

 

Tomaso insiste: “Recuerda que eres finitud, recuerda que eres parte, recuerda que eres tránsito; recuerda también que estás llamado a proteger lo que te sostiene”.

 

“Recuerda, Morirás” propone un espacio de relación total con la Naturaleza. Un dispositivo sensorial, natural y espiritual, que invita a conectar con el entorno, con el tiempo y con uno mismo. En un mundo en crisis ecológica y existencial, esta instalación recupera la esencia de lo sagrado a través de la sencillez. El sonido, la piedra, la madera y el viento no son materiales: son símbolos vivos de una experiencia pura, de una Naturaleza que, más que recurso, es diosa. Una forma de invocar, desde la belleza, una conciencia más profunda del paso del tiempo, de la muerte como parte del ciclo, y del arte como espacio de memoria viva. El viento toca la obra, haciéndola sonar como llamada de atención… y la obra toca al visitante.

 

“Recuerda, Morirás” es, en el fondo, una obra sobre el cuidado. Cuidado de la Tierra, del cuerpo, de la relación. Un homenaje al tiempo lento, al pensamiento circular, al arte como forma de conciencia expandida. Dice Tomaso: “Vivir con conciencia es el verdadero homenaje a la Naturaleza que nos sostiene. Que el cuerpo recuerde lo que la Tierra ya sabe: somos tránsito”.

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