RedacciónMiércoles, 6 de marzo de 2019
Los Indianos 2020 el 24 de Febrero
«Ha cruzado el mar en busca de fortuna, y después de batirse unos cuantos años con la suerte en América del Sur o en nuestras perdidas Antillas, retorna al rincón paterno, más limpio que una patena o que el ojo de un mono, que dicen en la patria de Bolívar». Con estas palabras resumía el escritor lanzaroteño Isaac Viera y Viera el retrato de los palmeros que, a principios del siglo XX, desembarcaban en la orilla del viejo terruño tras un tiempo de trabajo en la América Latina. Y es en este contexto del tornaviaje, continuo desde el siglo xvi, en el que nace la tradición festiva Los Indianos, celebrada en Santa Cruz de La Palma cada lunes de Carnaval.
Las noticias más tempranas de la fiesta se remontan a mediados del siglo XIX, en que consta, según el testimonio de Benigno Carballo Wangüemert, que tras el avistamiento en el horizonte de veleros procedentes de Cuba, la ciudad entera suspendía su actividad cotidiana para dirigirse hasta el puerto y recibir a los indianos nuevos: unos traían dinero para saldar viejas deudas, otros joyas para las jóvenes casaderas y otros cartas para entregar a algún vecino o conocido. Muchos de los que se acercaban al muelle lo hacían inspirados por su espíritu novelero, en busca de escudriñar quiénes desembarcaban llenos de fortuna.
La recepción de los indianos se acompañó siempre de un bullicio callejero que a menudo se acompañó de la quema de fuegos, presentes siempre en cualquier manifestación festiva; por su parte, los indianos añadieron a la novedad de los productos que traían consigo (indumentaria, joyería, tabacos puros…) la entrada en la isla de nuevos ritmos musicales que vinieron desde entonces a enriquecer el acerbo folclórico insular: la habanera, heredera de las antiguas danza criollas, el son y la guaracha, mezclas de otros ritmos africanos y españoles, la guajira, con sus características décimas de asunto campesino…
El tiempo corrió entonces… y en la década de 1920 un conjunto de amigos, agrupados en la sociedad humorística La Poteca, inicia entonces el primer desfile de indianos, ahora sí, en el marco del Carnaval. Músicos, poetas satíricos y reconocidos juerguistas de esos años, «gente de buen humor, discreta y ocurrente y dispuesta para todo; sobretodo, para comer y beber sin ningunos miramientos», como Juan Henríquez Brito o Juan B. Fierro Vandewalle, integraron aquellos pasacalles que finalizaban con los bailes de salón celebrados en el Teatro Chico y en el Circo de Marte.
Pasados unos treinta años, en 1966, coincidiendo con la recuperación de otro viejo número carnavalesco, la Boda de don Tadeo de Fonseca con doña Narcessette de Petray, los indianos de los felices años 20 se reintegran en el programa del Carnaval, institucionalizándose su celebración en la tarde del lunes. Desde el Servicio Náutico del Real Nuevo Club (en la antigua avenida de Bajamar, hoy avenida de Los Indianos) partía la comitiva, vestida con guayabera, jipijapa, leontina o traje de cubana, que era recibida con música de rumbas y ron.
Desde entonces, la fiesta se fijó en el calendario del Carnaval de Santa Cruz de La Palma como expresión de una herencia, la de la migración hispanoamericana, que ha sabido convivir con un modo de ser del palmero, asiduo a la cita cómica y amigo de la burla y el buen humor.
El regreso a la isla de los emigrantes palmeros trajo consigo nuevos ritmos musicales que han enriquecido el acerbo folclórico insular: la habanera, heredera de las antiguas danzas criollas; el son y la guaracha, mezcla de ritmos africanos y españoles; la guajira, con sus características décimas de temática campesina; etc.
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